CREER EN LA MINERÍA RESPONSABLE
Me gustaría creer en la minería responsable, pero se me hace imposible creer en algo que me consta que no existe. Quizá, algún día cuando:
Los gobiernos y empresas respeten la voluntad de las comunidades y acepten que quienes tienen el derecho exclusivo de decidir si se dará o no la minería son las poblaciones que vive en esos territorios que serán afectados, y aquellos municipios, comunidades, juntamente con los arroceros, bananeros, ganaderos, camaroneros y concheros que serán afectados cuando los ríos lleven su carga letal río abajo. Solo ahí podemos empezar a discutir la posibilidad de una minería responsable. Pero antes no.
Las instituciones y funcionarios estatales apliquen la ley objetiva e independientemente de las influencias de los intereses mineros. Y, cuando los gobiernos y empresas revelen lo poco de los miles de millones de dólares en oro y cobre que se exportará a los países ricos quede para las arcas estatales y comunidades. Posiblemente así empiece a creer que la minería es algo más que un mito. Pero no antes.
Las empresas y funcionarios de gobierno expongan francamente a las comunidades que a cambio de nuevos plazos de trabajo, el arreglo de carreteras, las becas para que los jóvenes estudien y las clínicas tan anheladas, que a la misma vez no se acobarden y que le digan de frente que es casi seguro que la sangre de sus hijos será contaminada con plomo, arsénico y otras sustancias letales de los polvos provenientes de las minas y de la contaminación de las plantas de fundición, como es el caso en los niños sufriendo de cáncer en Cerro de Pasco y La Oroya en Perú. Tal vez ahí podré creer en la posibilidad de una minería realmente responsable. Pero antes no.
Hasta que no se sinceren con las poblaciones, la minería responsable será siendo el mito que es. Hasta que no se les informe a las comunidades lo que realmente puede ocurrir cuando se construyen plantas de fundición en países repleto de funcionarios corruptos como es el caso de la planta de fundición Norilsk, en la Rusia siberiana, la cual ha devastado, hasta la fecha, 350.000 hectáreas de vegetación nativa con sus humos repleto de venenos, y a la misma vez aniquilando ríos enteros. Solo así podremos sentarnos y comenzar a dialogar sobre la posibilidad de la minería responsable. Pero antes, es perder el tiempo.
Cuando abiertamente informen a las poblaciones qué a cambio de puestos de trabajo de unos pocos años para la mano de obra local, que sus ríos serán contaminados por cientos o miles de años con plomo, arsénico y otras sustancias letales, y cuando expongan claramente sobre los peligros que representan las enormes relaveras de a veces miles de hectáreas y con muros de cientos de metros de alto, y que es inevitable que con el tiempo colapsen y que arrasarán con todo lo que yace aguas abajo. Cuando digan eso de frente ahí empezaré a pensar que la minería responsable puede ser una realidad. Pero no antes.
Cuando escuche de la boca de funcionarios de gobierno y empresas que honestamente han informado a las comunidades directa e indirectamente afectadas por proyectos mineros explotando enormes yacimientos que se puede llegar a necesitar entre 3.000 a 20.000 hectáreas para acomodar toda la infraestructura de una gran minería, incluyendo el tajo de la mina, los botadero del subsuelo no rentable de explotar, las enormes instalaciones para moler y concentrar los minerales, y para construir las piscinas de relaves,,,, y que también aclaren que es imposible remediar una buena parte de esa tierra y bosques chatarrizados. Solo entonces nos podremos sentar para conversar sobre lo que podría ser o no ser una minería responsable. Pero no antes.
Cuando los funcionarios de los gobiernos de turno se paren ante las comunidades y les diga francamente que tendrá que ser reubicadas comunidades enteras para abrir paso a la minería, y que los trabajos de los comuneros solo durarán tres a cuatro años, o hasta que la mina empiece a producir, porque desde esa fecha solo se necesitará mano de obra calificada; solo ahí podré imaginarme una minería responsable. Pero antes no me vengan con cuentos.
Cuando estos mismos funcionarios les digan de frente a las comunidades que a cambio de carreteras bonitas nuevas fuentes de trabajo mejor renumerados que lo que se percibe de la agricultura y ganadería, que habrá más conflictos sociales y violencia y más delincuencia, y que vendrán cientos de trabajadores de otras partes del país y del exterior para operar la sofisticada maquinaria, solo ahí se podrá empezar el diálogo sobre lo que es y no es minería responsable. Pero no antes.
Una de las bases para que se vuelva realidad una minería responsable tiene que incluir la garantía de que la fuerza pública deje de seguir siendo un servicio de seguridad para las empresas, y que las cortes se dejen de prestar para proteger a los derechos empresariales en vez de proteger al pueblo y a la Naturaleza. Cuando constate esto podré imaginarme que la minería responsable es algo más que un cuento chino.
Para imaginarnos la posibilidad de una minería responsable primero constatemos que los funcionarios de los diferentes gobiernos les expliquen a las mujeres de las comunidades que es muy probable que la violencia intrafamiliar aumente, así como los conflictos sociales y las enfermedades venéreas a consecuencia de la presencia de cantidades de hombres mineros de otras partes sin raíces en las comunidades. Y que informen que la minería emplea menos del 5% de mujeres.
Otro elemento indispensable para creer en la minería responsable es la honestidad. Las empresas y gobiernos deben reconocer que hay proyectos mineros cómo los de la mina de oro y cobre de Grasberg en Indonesia y las devastadoras minas de Ok Tedi y Bouganville en Papua Nueva Guinea donde jamás se debió haber permitido la minería. Lo otro es que reconozcan que en nuestro país abundan sitios cómo estos, diversos en especies y cultura, ecológicamente muy frágiles, ricos en aguas cristalinas, sitios que deben ser excluidos de todo tipo de minería. Hasta que honestamente reconozcan que la minería no tiene lugar en estos sitios, no habrá posibilidad de diálogo, y su falta de transparencia les condenará a seguir vendiendo el cuento de la minería responsable ante una población que no les creerá.
El día que constate que los gobiernos le obliguen a las empresas a incluir todos los pasivos ambientales en sus cálculos de rentabilidad de las minas, y cuando les obliguen a crear bonos de remediación en acorde con los costos reales de remediar minas abandonadas, así como de cubrir los costos de accidentes ambientales, como los desastres de las dos relaveras de Brasil, lo cual le está costando miles de millones de dólares a dos grandes transnacionales, ahí posiblemente se me haga más fácil creer en una minería responsable.
Cuando también los gobiernos le expliquen al público que la minería generará ingresos fiscales para pagar a los maestros y policías, y pavimentar carreteras, pero que también se sinceren y reconozcan que después que se termine los minerales es más que probable que el país termine siendo más pobre que lo que es hoy y muchísimo más corrupto, como es el caso de países como el nuestro. Ahí posiblemente empezaré a creer en la minería responsable. Pero antes no.
Me gustaría creer en la minería responsable porque nuestro planeta no puede seguir siendo saqueado como lo ha sido. Pero no lo veo posible, hasta cuando dejen de mentir y engañar tan descaradamente al público sobre los supuestos beneficios de la minería, y empiecen a respetar los derechos humanos y los derechos Constitucionales de la naturaleza y de las comunidades, tanto campesinas como las de los pueblos ancestrales. Y sin olvidar los derechos de las generaciones venideras. Solo ahí será posible pensar en la posibilidad de una minería sustentable. Pero sin duda al hacer ese ejercicio moral, y si son personas decentes y honestas, entenderán que el futuro de este país no es minero, y que sobran alternativas basadas en el uso sustentable de sus verdaderas riquezas: el agua, su inigualable biodiversidad, sus suelos fértiles, y su riqueza cultural. Solo ahí entenderán que la minería no tiene lugar en un país tan especial y hermoso como el nuestro.
Carlos Zorrilla
Zona de Intag, 4 octubre 2021